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sábado, 28 de febrero de 2015

Día 5.


Ese día había sido muy tranquilo. Xiel no había visto a ningún mellizo merodeando por sus cuadras, los caballos se habían portado bien. La comida era sublime, como si siempre se celebrara algo, por mínimo que fuera.
El muchacho se había sorprendido yendo a caballo por los alrededores, montando a Black para que no perdiera la costumbre, como el día antes había prometido Ciara a su dueño. Todavía le resultaba raro tener dos personas dentro de sí mismo, en realidad ser mujer no era tan malo, había conocido a un Nash encantador. El problema estaba en que una vez había empezado a trabajar como un hombre no podía cambiar, le echarían de inmediato y por raro que pareciera no quería irse, no aun, no sin saber qué sería de Nash.
En dos días había cogido cariño a ese joven de mirada triste y rota. No poder ver, le parecía el mayor castigo que tenía el ser humano, más que la muerte concertada como la suya. Sin embargo, había logrado apartar la tristeza ese día.
Como mozo de cuadras se había encargado del carruaje que ese día salía rumbo a la ciudad, pero no había podido ir en él. A la vuelta, a Mikka se le había caído una cinta de una sombrerera. Xiel había tenido intención de devolvérsela cuanto antes, pero no había sido así. Se la había puesto en la cabeza, con un lazo mal hecho. Le había gustado. Era de un color parecido al cielo, con reflejos blancos a la luz del sol invernal. Al final se la había quedado sin remedio, creyendo que esa chica tendría muchas más y no la echaría en falta.
Así había sido su mañana y tarde, sin sobresaltos y con un nuevo regalo que guardaba en el bolsillo de su chaqueta. No había pedido más, era suficiente para todo el resto de la tarde. Las nubes comenzaban a tapar el cielo y la puesta de sol, llenando todo de una fría aura. Xiel estaba acostumbrado al frío de las calles y no tuvo ningún reparo en salir a los jardines y caminar por ellos sin hacer nada en especial.
A pesar de ser invierno no había nevado por el momento, todo estaba con tonalidades marrones. Los arbustos habían perdido su abrigo de primavera, se habían quedado desnudos ante la mano de cualquier que quisiera hacerles daño. Xiel caminaba con las manos en los bolsillos, la oscuridad se cernía sobre él como un gato se agazapaba ante su presa, esperando el momento para engullirla sin hacer ningún tipo de ruido.
Entre la maleza seca, los pasos del muchacho quebraban ramas y hojas secas, restos muertos de antiguas vidas llenas de color y esplendor. Si Xiel estuviera en el pleno uso de sus poderes, cada paso suyo dejaría un manto verde y vigoroso, devolviendo la vida que poseía. Pero el joven aun no tenía su don, sólo habían pasado cinco días desde que su cometido había empezado a tejerse en un tapiz demasiado corto para su gusto.
Cuando la oscuridad poseyó el cielo, él andaba por uno de los jardines más largos, buscando la salida para volver a su cuadra y dormir, sería una noche fría y agradable entre sus queridas mantas, esas que había atesorado en cuanto llegó allí. Pero el camino era igual al resto, todos los árboles se parecían, todo le indicaba que estaba dando vueltas al mismo sitio sin darse cuenta. Intentó mantener la cabeza en su sitio, si se agobiaba no podría salir de allí tan rápido como hubiera deseado.
Tras conseguir trazar un plan para salir de su pequeño laberinto privado, empezó a andar contando los giros y vueltas, logrando avanzar por distintos caminos hasta que en uno se chocó contra la espalda estrecha de alguien y cayó de espaldas sobre el frío suelo, este crujió y alguien se dio la vuelta.
Los ojos verdes de Mikka brillaron en la penumbra. Se había asustado al sentir el golpe, pero ver a Xiel había logrado calmar parte de su sorpresa.
No esperaba encontrarse con nadie esa noche, no era su intención ser descubierta, ni siquiera por el mozo de cuadras. Ella tenía planes más interesantes para esa noche. Lucía un vestido morado y blanco, elegante. Xiel hubiera jurado que si no fuera por sus ojos tan verdes no la hubiera reconocido, pero lo había hecho. Cuando se puso en pie para recomponerse del golpe se dio cuenta de que era más alto que ella, solo unos centímetros separaban sus cabezas. Inconscientemente se echó hacia atrás y bajó la mirada para que no se notara que observaba de forma bastante descarada a esa chica. Sabía que esa noche no iba a salir nadie, siempre tenía el carro listo de antemano y esa vez todos dormían o estaban en sus habitaciones. Se preguntaba qué hacía Mikka vestida de esa manera y en el jardín.
–No miraba –se disculpó Xiel manteniendo su postura–. Está muy guapa, señorita Mikka.
Ella sonrió sin darse cuenta. Al vestirse se había visto bella, pero se alegraba de comprobar por ella misma que su conjunto había sorprendido a aquel chico. Pero no tenía tiempo para cumplidos y halagos, aún tenía que salir a las frías calles para ir a un baile, uno al que no habían invitado a su familia. Ella entraría con otro nombre gracias a un noble amigo suyo, pero escapar de casa no era tan fácil como había pensado.
Miró a Xiel y su sonrisa se transformó en una más amplia al pensar en el plan. Rápidamente se puso a su lado y enganchó su brazo al del muchacho.
–Tú has estado viviendo en las calles, ¿no? –preguntó tirando ligeramente para que anduviera a su paso. La pregunta no le gustó al muchacho, aunque obedeciera su silenciosa orden de caminar. Planeaba algo y lo notaba, le estaba utilizando para salir de esa casa.
–Hasta hace seis días –respondió conteniendo el aliento–. ¿Por qué lo pregunta?
–Tengo que salir, no conozco bien las calles por las noches y temo perderme. Así que si tú me llevas haré que aumenten su salario y tus comidas.
Chantaje, frío chantaje. Xiel creía que Mikka no era así, pero estaba equivocado. Todos buscaban lo mismo, buscaban aprovecharse de él para divertirse o salir, o las dos cosas a la vez. Pero veía la impaciencia y los nervios en los ojos verdes de la chica. Era la primera vez que Mikka desobedecía a su padre y se iba por la noche sin avisar a nadie, se notaba en el fuerte agarre al brazo de Xiel.
–¿Queréis que salga de la casa? ¿Y si decido no volver? –inquirió el joven caminando hacia la salida–. Vuestro padre cree que me escaparé, ¿vos no lo piensa así?
–Puede que lo hagas... Yo si pudiera ya me habría escapado de esta casa hace mucho tiempo –respondió Mikka, sorprendiendo a Xiel, mientras abría una pequeña puerta que estaba oculta tras unos arbustos–. Pero no puedo no volver..., la tumba de mi madre está aquí...
Xiel se mantuvo en silencio mientras andaban por la calle apenas iluminada por unas tristes farolas que desprendían su luz opaca hacia el suelo. Él no había quería tocar ese tema, no tenía intención de saber nada de los padres de los mellizos. Ahora se daba cuenta de la razón por la que Nash no recibía su comida cuando estaba enfermo o por la que Mikka se escapaba de casa. Ellos solo poseían un padre autoritario que no llegaba a preocuparse de ellos, solo del bienestar de su fortuna.
La sangre del muchacho hirvió dentro de sus venas y frunció los labios para mantener la boca cerrada y no hacer un comentario que pudiera espantar a esa chica.
–Pero tengo que ir a este baile, si logro colarme y parecer lo suficiente rica en algún momento un hombre con gran fortuna podrá pedirme la mano. ¿No sería fantástico? Así no perdería la casa y a mi madre –continuó explicando la muchacha con mirada soñadora mientras sonreía con tristeza.
–Creía que Nash heredaría la casa como hijo varón –comentó Xiel.
–También es el primogénito... Nació el primero y tiene ese derecho sobre mí. Me daría igual si la heredase él, es mi hermano –suspiró Mikka pensativa–. Pero no creo que pueda llegar a heredarla en el futuro.
El joven permaneció en silencio otro largo rato. Pensaba en sus palabras, enseguida encontró la explicación pero no quiso expresarla en algo. Nash moriría joven, antes de que su padre pudiera pasarle sus bienes y con ello la casa donde se habían criado los dos hermanos. Entonces entendió como Mikka se sentía tan eufórica por tener un matrimonio concertado, estaba dispuesta a sacrificarse para mantener esa mansión de piedra y grandes jardines. Había aceptado que el amor no estaría de su parte, puede que su futuro marido lograra enamorarla con el tiempo, pero ella no creía ni pensaba en el amor, pensaba en otro tipo de sentimiento.
Cuando se detuvieron, Xiel miró los grandes jardines que se abrían ante ellos, con rapidez un hombre pasó el nombre de Mikka a un papel y la invitó a entrar a la fiesta. Xiel se quedó fuera de la valla esperando. Estaba tan metido en la música del vals que cuando sintió el beso en la mejilla se giró de golpe para ver a Mikka sonriendo.
–Gracias por traerme, muchas gracias.
–Esperaré aquí a que vuelvas –murmuró el muchacho señalando una escalera–. Ni se te ocurra irte sin mí.
–Solo me iré si encuentro a un príncipe con el que volver en carroza –respondió con aire soñador mientras pasaba de nuevo ante la valla–. ¡Deseamos suerte!
Xiel le deseó la suerte que podía desear en esa situación. Se sentó en las escaleras y miró el jardín iluminado, algunas parejas andar y besarse a escondidas. Él nunca había besado a nadie, mucho menos ido a ese tipo de fiestas y dudaba que pudiera estar más cerca.
Se tocó los labios y miró su querida luna, un poco más blanca que el día anterior. Deseó en silencio que Mikka encontrara el amor de su vida y no a un noble rico.
Deseó poder ir y bailar por primera vez.

sábado, 14 de febrero de 2015

Día 4.


El sol envolvía a los establos brindando su luz sobre ellos y dándole un calor atípico en invierno. Xiel estaba cepillando al caballo que solía usar Nash, aunque el día anterior había comprobado que ese mismo animal había causado un mal irreparable en ese chico.
El joven no era capaz de imaginar cómo había sido perdonar al semental después de lo que había significado. En poco tiempo había creado un vínculo con los animales, pero de igual forma ellos no le habían dañado en ningún momento, salvo ese día.
Cuando cepillaba los cuartos traseros de Black, el caballo azabache de Nash, este se puso a dos patas haciendo que se asustara y cayera de espaldas sobre uno de los cubos de heno, rompiéndolo y escuchando un chasquido en su mano derecha. Seguidamente soltó un alarido cuando volvió a moverla, estaba hinchada y supuso que se la había dañado al caer. Lamentándose, se puso en pie y observó al animal, volvía a estar relajado, como si no se hubiera asustado de nada minutos antes.
Xiel se sujetó la mano como podía, salió de la cuadra y luego del establo. Nunca se había dañado, no podía y eso era nuevo para él, por eso fue rápidamente al lago. El cielo estaba tan azul que la superficie del agua registraba cada rayo desprendiendo luz de colores allá donde chocaba y se podía ver. El viento formaba pequeñas ondas que desaparecían cuando alcanzaban la orilla. Xiel metió la mano bajo el agua, pidiendo en silencio que su capacidad de entrar en su organismo pudiera sanar su muñeca herida. Solo pasaron unos segundos cuando varios rayos de luz solar se concentraron sobre su blanca piel bajo el agua y esta se calentó considerablemente provocando un consuelo agradable al muchacho.
La magia siempre había vivido a su lado, desde que tenía memoria había estado envuelto en su brillo y protección. Una vez hubo crecido comprendió que la magia solo era la energía que le rodeaba, que estaba en el ambiente y que no era capaz de ver, sin embargo, comprendió que podía manejarla como quisiera y podría crear cualquier cosa que estuviera en su imaginación.
–¿Qué haces, Ciara?
Xiel se giró de golpe al oír esa voz, se tropezó y metió los pies en el frío lago helado. Frente a él, Nash intentaba observarlo, pero estaba claro que su problema iba a más cuando le había confundido con Ciara, la chica que había compartido parte de la tarde con él el día anterior.
Rápidamente se puso recto, dio un par de pasos atrás saliendo del agua y bajó la mirada todo lo posible para que no fuera capaz de reconocer la verdad, eso solo causaría problemas graves en su vida y ya tenía bastante intentando huir de esa casa de locos.
–Como quieras –prosiguió el muchacho–. Estaba buscando a Xiel para que ensille a mi caballo, ¿lo has visto?
Él apenas podía respirar, mucho menos cambiar la voz en ese momento. Tomó unas cuantas respiraciones profundas para tranquilizarse y luego se alborotó el cabello para que pareciera más espeso y así pudiera parecer más mujer de lo que ya era por nacimiento.
–Creo… que ha ido a por paja para los caballos… Si quieres lo ensillo yo –dijo todo lo femeninamente que pudo.
La sonrisa de Nash se hizo más amplia, se preparó para decir algo y enseñó los dientes impolutos. Eso solo puso todavía más nervioso a Xiel, que intentó no parecerlo en exceso y así no echarlo todo a perder.
–Con una condición –sonrió el muchacho dirigiéndose a Xiel creyendo que era otra persona–. Monta conmigo.

***

Xiel no había esperado que al final acabara discutiendo sobre cómo debía ir montado en el lomo del caballo. Le había costado gran parte de su tiempo convencer a Nash de que no iba a sentarse como esas chicas que no sabían montar y tenían que ir de lado, protegidas por el hombre. Xiel no era así, ella ansiaba ser lo más normal posible. Finalmente lo consiguió con la condición de que fuera delante de Nash y así él pudiera evitar caídas.

Por fin estaban cabalgando por el bosque, realmente era un paseo, no corrían ni forzaban al animal. Ambos jóvenes estaban callados mientras el que poseía las riendas hacía uso de todos sus sentidos ya que volvía a sentir que se le consumía el tiempo de poder hacer aquello que más le gustaba en el mundo. Por otra parte, Xiel, se mantenía tenso contra el pecho de Nash, intentando no incomodarse más o que no se diera cuenta de que esa situación era aún peor de lo imaginado. Usaba parte de su recién adquirida energía de la luna para quitar del camino cualquier obstáculo que pudiera derribarlos, era lo menos que podía hacer estando montado de aquella manera tan surrealista.
A medida que se adentraban en el bosque, y con ello en los límites de los terrenos que poseía Nash, Xiel miraba todo con más atención, buscando un sitio donde pudiera llevar a cabo su últimas voluntades antes de que pasaran los días finales y todo su mundo acabara. El bosque era un sitio amplio con grandes lugares despejados donde podría hacer uso de sus poderes y con un poco de ayuda lograr un santuario purificador. Era su cometido y ese paseo la única excusa que tenía para poder observar todo sin que pudiera parecer sospechoso, aunque si buscaban al mozo de cuadras estaría acabado porque no estaba en su puesto de trabajo.
–¿Qué te preocupa? –preguntó la voz tranquilizante de Nash en su oído. Xiel casi se cayó del caballo al sentirlo e instintivamente su corazón se aceleró–. Estás muy callada.
Xiel recordó que debía ser Ciara en ese momento, que no podía dar a entender que era un chico porque entonces acabaría con todo lo que conocía antes de tiempo.
–Solo pensaba...
–¿En qué? –urgió en preguntar el muchacho.
Xiel sonrió sin esperarse que ese chico que un par de días atrás le había avergonzado con una fusta pudiera estar tan interesado en sus palabras.
–En cómo eres capaz de montar de esta manera teniendo tu problema...
Nash soltó un suspiro y dejó mostrar parte de sus temores por la tensión de sus brazos en torno a las riendas cuando Xiel soltó esa pequeña puya que caló en el corazón de Nash.
–Conozco el camino de memoria y Black se lo sabe también... Antes podíamos ir galopando pero ahora es casi imposible –se lamentó el muchacho.
Xiel guardó silencio y siguió mirando el paisaje, buscando algún lugar idóneo para escapar. Era su cometido a pesar de que le gustaba estar montando a caballo con ese chico, a pesar de tener un plato de comida caliente todos los días y mantas para taparse las frías noches. Por más que pensaba que todo eso era insignificante sabía que formaba parte de algo que había ansiado durante muchos años en los que podría haber muerto si no fuera por la luna que cuidaba de él en lo alto del cielo nocturno.
Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el caballo azabache había parado y a su espalda ya lo había nadie guiándolo. Por un segundo se desorientó tanto que tuvo miedo a haberse perdido en ese bosque, pero luego sintió una mano en su espalda y giró la cabeza para ver a Nash en el suelo intentando bajarle.
Hizo lo propio y sacó la pierna de uno de los costados del animal para poder bajar, su intención fue hacerlo por sí solo pero las manos del chico asieron sus caderas y las alzó en el aire elevándole por completo hasta que segundos después se encontraba contra su pecho con los pies en la tierra húmeda y esponjosa de al lado de un riachuelo.
Xiel se había sonrojado ligeramente por la cercanía y a Nash le había salido una media sonrisa que se definiría con el canto de los pájaros que acompañaban la escena desde lo alto de los árboles cercanos. Xiel agradeció, avergonzándose aún más, que Nash se estuviera quedando ciego para no tener que ver sus mejillas como candiles recién encendidos, pero seguramente podría notar su corazón y así era aunque no dijo nada cuando liberó a la que creía que era Ciara y no Xiel, su mozo de cuadras.
–Black descansará un poco y luego volveremos –explicó el muchacho girándose.
Xiel se había quedado quieto, mirando el paisaje y descubrió que era perfecto, que era un claro con árboles altos y un riachuelo cristalino, había troncos tumbados por todos lados y florecillas que crecían a la luz del sol.
–Este sitio es precioso –comentó girando sobre sus pies–. ¿Pertenece a vuestra casa?
Nash siguió acariciando el costado de su caballo con los ojos entrecerrados mientras escuchaba.
–No, estamos en el límite –respondió tranquilamente–. Y deja de llamarme como si fuera alguien importante.
–Soy vuestra criada –recordó acercándose al caballo también aunque manteniendo una distancia prudente–. No puedo llamaros de otra manera.
Él sonrió y se giró con una mueca.
–¿Tan feo es mi nombre que no me puedes llamar Nash, Ciara?
Xiel se sonrojó al oír su nombre, no le molestaba llamarle de otra manera pero era más complicado de lo que parecía llamar a una persona que podía conseguir su despedido por su nombre.
–No es feo... Pero no estoy a tu nivel..., Nash.
La sonrisa del muchacho al oír su nombre fue radiante, capaz de eclipsar el sol del mediodía. Xiel se había sonrojado otro tanto y seguía acariciando las crines de Black intentando calmarse. Entonces sintió la mano cálida de Nash y apartó la mano tras unos segundos innecesarios por su parte. Cualquier error podría hacer que la cocinera saliera perdiendo, si no hubiera sido por el plan de ponerla un vestido el día anterior estaría todo más tranquilo y sería más sencillo para sus vidas.
–¿Cuánto ves? –preguntó Xiel bajando la mirada.
Nash alzó la mirada al cielo, luego al pelaje de su caballo y finalmente a la cara de Xiel, buscando una manera de enfocar sus rasgos.
–Hace un par de días veía borroso, cuando me desperté ayer ya no veía ningún contorno y hoy solo veo luces y sombras. En menos de una semana todas las luces se habrán apagado para siempre y no podré hacer nada para evitarlo –explicó Nash con la voz ahogada y algo rota. Sufría, se le notaba a leguas pero no podían hacer nada por él. Tenía una enfermedad y no había medios para saber de qué detestaba exactamente para conseguir un medicamento–. Es raro. Sé que me voy a quedar ciego para siempre y no puedo luchar contra ello.
–Lo siento, Nash. No quería incomodarte –se disculpó Xiel bajando la mirada.
–No importa, es mi realidad. Ojalá pudiera verte bien y guardarte en el recuerdo... Antes dibujaba y leía, ya tampoco puedo hacerlo y no me importa tanto como perder a Black. Si nadie le monta mi padre lo venderá o lo sacrificará.
Xiel se había quedado en silencio mientras miraba a ese chico a los ojos y observaba su dolor oculto tras las sombras. En parte podía entenderle, él mismo había echado muchas cosas de menos a medida que el tiempo iba pasando por su vida y el día de su final se acercaba poco a poco, apenas tenía veinte días para que se apagara como la llama de una vela.
Quiso abrazarle, pero no pudo tampoco. Se sentía incómodo y todavía no se acostumbraba a tener que ser una chica con Nash. Llevaba mucho tiempo pensando que ser hombre era lo que le estaba salvando de ser violada en las calles, pero ahora le salvaba de ser echada de esa casa a pesar de todo le vendría bien en algún momento dar a conocer su verdadera condición. Xiel no era más que un invento para no ser violada en las noches frías, Xiel no existía y realmente Ciara estaba encerrada en una gran cápsula segura, sin llegar a poder ser ella misma nunca, sin querer serlo porque ya no se sentía mujer y no quería volver a su debilidad. El mundo era cruel con las huérfanas, ella misma lo había visto y lo había sentido en su piel. Eran cosas que, al recordar, ponían otra capa en la cápsula dejando atrás a la chica que un día pudo haber sido.
Salió de sus pensamientos cuando la mano gélida de Nash tocó su mejilla y dio un brinco en el sitio sin saber lo que había pasado. Su compañero sonrió al notar el movimiento y luego negó, divertido a pesar de todo el dolor que debía de estar sintiendo, sin tener en cuenta que su vida iba a cambiar. Xiel lo envidiaba, lo hacía su corazón sin hacer caso a su cabeza.
-Xiel cuidará de Black –murmuró intentando parecer tranquilo ante todo, poco a poco se habían ido derritiendo las capas de su cápsula y debía volver a colocarlas antes de que fuera demasiado tarde para todos.
-¿Lo conoces? –preguntó Nash con curiosidad-. No creo que un simple mozo pueda entender un caballo como Black. Además, no me gusta que se acerque.
Dio gracias de que Nash no pudiera ver cómo arrugaba la nariz y fruncía el ceño, no le hubiera gustado tener que explicar lo que le hacía sentir eso. Ella era Xiel, él era Ciara. Las dos personas estaban en el mismo cuerpo y estaba claro que Black adoraba a la muchacha porque como Xiel se dejaba cuidar. Aun así no le había gustado el comentario y aprovecharía su condición para hablar de sí mismo por una vez.
-Hemos hablado todos los días desde que llegó, se podía decir que somos íntimos. Siempre le veo con tu caballo, parece que se llevan bastante bien a pesar de tus pocas expectativas -murmuró Xiel cruzándose de brazos.
-¿Es tu amigo? -preguntó entornando los ojos, algo molesto e intentando ocultar ese sentimiento de celos recién adquiridos. Pero Xiel no estaba pendiente de eso precisamente, intentaba ponerse algo de importancia a si mismo.
-Un buen amigo -respondió negando-. No le conoces para criticarlo.
Nash había dejado caer los brazos, entre sorprendido y molesto por sus comentarios, pero no tenía intención de admitir que sólo le había molestado que le gustase una fusta como juguete, ni mucho menos que él hubiera sido el responsable de este descubrimiento. No entendía como una chica como Ciara había acabado siendo amiga de un chico como Xiel.
Entonces por un segundo temió de verdad.
-¿Te gusta?
Xiel casi se ahoga con su propia saliva al escuchar eso, tuvo que toser un par de veces para no atragantarse. Era lo que le faltaba por oír en ese día soleado de invierno. Estaba claro que Xiel no estaba a su alcance porque no existía realmente, además era él mismo transformado en otra persona para garantizar su seguridad en las calles.
-¡No! Solo es un amigo -respondió ruborizada-. Y tampoco debe importante la relación de tus criadas con otros criados.
-En eso tienes razón y temo que mucho estoy haciendo para lograr conseguirte como amiga.
El alma de Xiel se cayó al suelo y se rompió soltando pedazos por todos lados. No se había fijado en que Nash estaba solo, siempre lo había visto solo en esos días y seguía montando solo a caballo. Nadie sabía de su ceguera y se sintió mal por no haberse dado cuenta de que seguramente fuera la primera persona que se enteraba de todo. Pero él no tenía ni idea, actuaba sin pensar e intentando proteger su coartada perfecta, el maquillaje de la ilusión que había creado con dificultad y cariño hasta el punto en el que adoraba ser Xiel y odiaba estar en la piel de Ciara metido todo el día.
-Tampoco soy muy buena compañía... -murmuró Xiel intentando calmarse como buenamente pudo.
-Dentro de poco no tendré ninguna. Eres perfecta.
Eso hizo sonrojar aún más a Xiel, que dio un paso hacia atrás chocando con el costado de Black, haciendo que éste empujara a Nash con el hocico y perdiera el equilibrio hasta caer al suelo. Sacudió la cabeza y su pelo rubio se desordenó por completo, al poco tiempo estalló en una risa y Xiel lo acompañó mientras se sentaba a su lado y se quedaban así, riendo y disfrutando toda la tarde.

***

Ya por la noche Xiel dormía en el montón de paja con la manta hasta la nariz. Tenía una sonrisa tranquila y las mejillas aun sonrojadas. Había pasado un día increíble junto a Nash y nadie había mermado su felicidad, ni siquiera la luna y sus pesadillas nocturnas. No, esa noche solo la dedicaría a soñar con los recuerdos adquiridos esa tarde.