martes, 26 de agosto de 2014
Relato: Flor de Luna.
La luna empezaba a emerger por el horizonte. Esa noche brillaba más que ninguna otra y dejaba que sus rayos plateados iluminaran todo lo que estuviera a su alcance, a su paso. Los sonidos de la naturaleza eran como los de otras noches, sonidos que se trasformaban en murmullos de viento e insectos con su peculiar música nocturna.
El bosque vibraba de vida por los cuatro costados, los arboles usaban su respiración para poder sirviendo de refugio y alimento, los animales salían a buscar una presa para poder alimentar a los suyos y todo estaba sumido en la más perfecta armonía. Era una gran cadena, un ciclo que siempre se repetía noche tras noche. Pero esa era especial, esa era la noche en la que todos estarían en silencio, en la que dejarían de respirar por un tiempo limitado para ver el gran acontecimiento.
La luna ya se alzaba en el cielo como único astro con luz pues eclipsaba todas las estrellas diminutas que se intentaban hacer un hueco en la bóveda celeste que cubría todo el mundo. Poco a poco el sonido disminuyó tanto que desapareció. Todos miraron hacia arriba, hacia la luna llena que dejaba que un tímido rayo cayera entre las hojas de un gran árbol hasta llegar al suelo e iluminar la nueva vida.
Todos se reunieron en el claro de luz de luna, todos los animales fueron para ver un milagro. Los árboles inclinaron sus ramas para acercarse y ver. Se formó una red que ocupaba todo el bosque para que cualquier ser fuera capaz de ver aunque estuviera lejos, solo tenían que ser pacientes para ver lo que ocurría.
La lisa tierra empezó a abombarse lentamente, como si algo quisiera partirla en dos. Una pequeña semilla creció buscando los rayos de su madre, la luna. Fueron pacientes mientras las hojas se fueron abriendo, fueron estirando sus ramitas para formar lo que hoy en día es la flor de la luna, la criatura más bella y difícil de encontrar por su misterio. Una flor con pétalos plateados, espinas y luz, luz que almacenaba del astro solar que intentaba quemarla todas las mañanas.
Pero ahí no acababa todo, la flor fue creciendo, fue aumentando lentamente y se convirtió en el faro del bosque, en su protector y lo que hacía que todos pudieran sobrevivir. Cada vida quedó ligada a su tallo, cada gota de rocío servía de alimento a todos los que estaban allí y a cambio solo debía ser protegida porque si alguien osara cogerla todos morirían sin ningún aviso previo, la vida del bosque se acabaría.
Todos pensaban que estaban bien, que no había ningún ser que pudiera hacerles eso pues ellos estaban conectados entre si por los lazos invisibles nutridos por una flor plateada. Así que solo la cuidaban de extraños a su bosque, solo la cuidaban los días de tormenta que podía sufrir alguna herida que hiciera peligrar la vida de los demás.
Pero la naturaleza se fió de los animales, complejos seres que solo deseaban vivir en paz. Creyó que nadie podía ser tan despiadado para hacer algo así. Pero se equivocaron.
Un solo ser es capaz de romper toda la armonía que se había creado en la noche de luna llena. Un ser que solo pensaba en si mismo, en ser el mejor de todos, en conquistar cualquier porción de mar, cielo y tierra. Un ser sin escrúpulos que hoy día sigue siendo el peor enemigo de su propio mundo y que siempre lo será hasta que acabe con él por su afán de destruir lo que no es suyo y no pensar en las consecuencias.
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